Educar la autoestima y la discapacidad intelectual en el aula y en la familia, un tándem imprescindible
La autoestima de nuestros niños debe ser nuestra prioridad, porque sabemos que esa autoestima, esa energía intrínseca, es el motor de todos sus logros.
La autoestima es la valoración que hacemos de nosotros mismos, y que gestionamos desde dos ángulos de visión, el que depende de “qué pienso que los demás opinan de mí” y el relacionado con “qué pienso yo de mí mismo/a”. En relación con esta dimensión entra en juego no solo la valoración de mis capacidades y cualidades (dimensión “soft” de la autoestima), sino también aquella valoración relacionada con nuestro aspecto físico (dimensión “hard” de la autoestima).
En muchas situaciones la discapacidad intelectual está asociada a afectaciones a nivel físico, por tanto cualquier intervención que llevemos a cabo para tratar la autoestima y su correcto desarrollo, debe contemplar que la evaluación que cada uno hace de nosotros mismos no sólo está relacionada con el autoconcepto, las habilidades y las capacidades, sino también con nuestras características físicas.
El elemento comparativo siempre es el referente que utilizamos a la hora de construir nuestra autoestima, sea en relación con una u otra dimensión.
Una buena autoestima permite soportar mejor las frustraciones que son algo intrínseco a nuestras vidas.
Hay personas que tienen más riesgo de tener situaciones de frustración. Sabemos que la discapacidad implica situaciones de aislamiento y soledad, además de una carencia de herramientas para manejar ciertas situaciones o saber resolverlas.
Por esto, la autoestima en aquellas personas que sabemos que tienen más riesgo, debe ser una prioridad desde que son muy pequeños, en cada uno de los contextos en que el niño interactúa (familia, escuela, etc.).
Cómo podemos favorecer una buena autoestima
1.- Entrenar a nuestros niños en la toma de decisiones
Es importante que los niños, ya desde pequeños, sientan que pueden decidir. ¿Qué camiseta te quieres poner hoy? Algo que parece poco transcendente puede ser importante para un niño con discapacidad intelectual, para hacerle sentir más seguro de sí mismo y que participa en lo que ocurre.
Incluso facilitar situaciones en las que puede responder un “no”. Poder negarse a algunas cosas es otra forma de sentirse fortalecido.
2.- Los logros precedidos de un gran esfuerzo siempre deben ser muy reconocidos
Todos los logros son satisfactorios, pero sobre todo son gratificantes los que van precedidos de un esfuerzo. Hay que gratificar con frecuencia pero, más aún, cuando ha habido un gran trabajo.
Muchas veces si el esfuerzo ha sido el adecuado, no debemos dar tanta importancia al resultado y sí felicitar por el propio proceso de esfuerzo personal. Así, se percibirá una confianza en ellos, aunque las cosas no salgan bien.
3.- La autonomía capacita a los niños y les da autoconfianza ¡poténciala!
Es muy importante dotar de autonomía, la que corresponda por sus capacidades y su edad. Intentemos pedirles cosas que sabemos que pueden hacer aunque impliquen un esfuerzo. Pero cuidado, esas peticiones no pueden ir acompañadas de miradas de dudas donde ellos lean: “te lo pido pero sé que no podrás hacerlo”. Hay que cuidar nuestras diferentes formas de comunicación, la verbal y la gestual.
Ahora bien, hay que evitar ser sobreprotector, ya que todos los niños intentan sacar partido y, como los demás, pueden intentar aprovecharse en su beneficio.
También es importante considerar aquellas situaciones en las que la total autonomía del niño no será posible, requiriendo de nuestra colaboración. Así como aquellos aprendizajes para los que va a necesitar una ejercitación o tiempo de adquisición superior a la media y dónde nuestro refuerzo y acompañamiento ayudará a su consolidación.
4.- Tenemos que ser justos en las valoraciones, pero intentemos potenciar las positivas y suavizar las negativas
Las valoraciones deben ser realistas y concretas. No hay que abusar de “¡Qué bien!” Podemos decir “esto lo has hecho mejor que ayer, aquello hay que mejorarlo, porque creo que lo podrás hacer…”. Si hay que hacer valoraciones negativas y éstas son sobre cosas poco importantes, podemos obviar algunas. Pero si son importantes hay que decirlas, acompañadas de un “eso lo puedes hacer mejor y yo lo sé”.
5.- Ser concreto facilita la comprensión, tanto aquello que les pedimos como aquello por lo que felicitamos
¿Qué significa “pórtate bien”? Es diferente decir “espero que te portes bien”, que decir “espero que estés tranquilo y sentado aquí leyendo este cuento mientras hablo con tu maestra “.
Y hacer felicitaciones concretas: “Que hayas estado tranquilo y sin molestar a mamá ha estado muy bien”.
6.- Jugar en el colegio no siempre es fácil. Socializar, compartir, entender, comunicarse con los compañeros puede ser un reto y una fuente de frustración
Cuando el niño es pequeño, en edad de educación infantil, la asignatura más importante es el juego. Y en esa situación su conducta y su capacidad de comunicación van a condicionar mucho más que sus posibilidades cognitivas. Para los niños con discapacidad intelectual el patio es el verdadero examen.
Con frecuencia vemos que son niños con dificultades de expresión, que comprenden mucho mejor de lo que son capaces de hablar. En el juego con los compañeros, esas dificultades para comunicarse les hacen utilizar formas alternativas como empujar para hacerse un hueco o quitar de las manos a otros el juguete que quieren. Esto hace que sean los “pegones”, los “robones". Es importante dotar de otras formas de comunicación, como el lenguaje facial y gestual.
Finalmente puede tratarse de niños que requieren un ritmo de gestión del tiempo en el aula diferente. Por ejemplo, pueden necesitar más siesta que los otros, siendo recomendable que les dejen descansar algo más si lo necesitan.
7.- Lograr unos objetivos académicos adaptados a cada niño es una fuente de satisfacción. Acabar las tareas debe estar al alcance de todos
Cuando son más mayores y ya hay tareas académicas, es importante reducir sus tareas a algo que sea lograble. La sensación de que ha terminado su trabajo es importante. Si ponemos una tarea que no puede acabar no tendrá percepción de cómo se acaba un trabajo, ni tampoco la satisfacción de haber terminado.
Cuando la discapacidad intelectual se traduce a problemas de aprendizaje, es de vital importancia el diseño de un plan personalizado de estudios para el niño, centrado en sus capacidades y en logros asumibles.
De nuevo, valorar su dedicación y no tanto el resultado del trabajo. En clase y para mejorar su atención, es bueno situar als niño/a cerca de la profesora, minimizar las distracciones. Es importante que sepa por qué sale a otra sala cuando tiene una materia adaptada, no es bueno engañar:
- ¿Por qué no hago yo ahora esta ficha?
- Lo que ahora hacen tus compañeros, tú no lo puedes hacer así que vas con tu profesora a trabajar otras cosas.
Necesitan información veraz sobre sus dificultades porque sólo así podrán tener una imagen concreta de sí mismos.
En las clases y contenidos comunes puede ser muy útil adelantar los contenidos antes de que salgan por primera vez en clase. Esta maniobra es mejor que repasar la materia después de clase porque facilita que el niño aproveche el tiempo de la clase (escuchándolo por segunda vez) y mejora la comprensión en el momento de la clase.
En la escuela es importante que aprenda a gestionar la agenda, a veces esto se percibe mucho mejor si es un compañero el que le ayuda, en lugar de ser la profesora. Muchos niños con dificultades tienen un “mejor amigo o amiga” que está pendiente de ellos, alguien que suele tener con ellos una actitud maternal.
Pero a medida que pasan los cursos los grupos se hacen más selectivos y aparece una mayor sensación de soledad. Si el niño que tiene una discapacidad encuentra un “igual” en otra clase, aunque sea de otro curso o de otro grupo, tendrá alguien con quien sentirse igual. Esto no es malo ya que, al final, es lo que todos buscamos en la vida.
8.- Compartir lo que se siente es complicado, requiere un gran autoconocimiento, saber poner nombre a las sensaciones y la voluntad y capacidad de transmitirlo después
Todos los niños necesitan aprender a transmitir sus sentimientos y, cuando hay dificultades en la comunicación por un compromiso intelectual, esto es más complicado.
Para esto es importante realizar una especie de subtitulado de lo que les ocurre, esto es, enseñarle a expresar sus sentimientos poniendo un subtítulo a cómo vemos que se siente: “Hoy te veo enfadado”, “ahora estás triste”… y ayudarle a reflexionar sobre por qué cree que se siente así.
Equipo Guía Metabólica. Artículo basado en las charlas de las Sras. Carme Brun y Aurora Rustarazo durante la “Jornada para Educadores 2014”, que tuvo lugar en el Hospital Sant Joan de Déu, Barcelona.
Autorizado y validado por la Associació Catalana Síndrome Prader Willi
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