La leyenda del aguacate tropical
Había una vez un aguacate que vivía en una selva tropical. Estaba un poco alocado y le gustaba vestir tan sólo un calzón. Le encantaba la selva, un sitio genial, y quería disfrutarlo para siempre. Era el "aguacate tropical".
Sin embargo, un día vio cómo se acercaba un montón de gente a la selva y cogían gran cantidad de frutas poniéndolas luego en grandes sacos marrones.
El pobre "aguacate tropical" fue una de ellas. Lo metieron en un saco y lo enviaron a una frutería para ser vendido. El pobrecillo estuvo durante días y días sentado en una repisa, mirando cómo iban y venían las frutas y como iban y venían los clientes.
Hasta que un día una familia apareció y compró al pobre "aguacate tropical". Lo llevaron a su casa y lo pusieron en una fuente de fruta sobre la mesa de la cocina. El pobre estaba muy triste, ya no estaba en su selva, la echaba tanto de menos….y lloraba todo el día. Ahora, ¿cómo podría volver?.
De repente, se le ocurrió una idea. El "aguacate tropical" reunió al resto de las frutas del frutero y les presentó su súper-plan de escape. Una noche, mientras los humanos dormían, las frutas comenzaron a entrelazar una cuerda con servilletas. Una a una empezaron a descender por la cuerda de servilletas.
Pero la pobre manzana reineta no era muy diestra bajando por la cuerda y cayó al suelo, ¡plas!. Y toda la fuente de frutas se vino detrás, ¡cata-plas!. Todo su gozo en un pozo. El plan había resultado un desastre.
Por el ruido de las frutas y de la fuente contra el suelo, la madre de la familia despertó, corrió hasta la cocina, dio la luz, vio la escena y gritó: ¡Aaaaaah!. El "aguacate tropical" tenía brazos y piernas y corría desesperado por toda la cocina. El resto de las frutas guardaban silencio, no podían ni moverse ante la escena.
Muy enfadada al día siguiente la madre preparó ensalada para comer, ensalada de aguacate…tropical.
Así que, desde ese día, no hubo más aguacate tropical. Pero apareció el "fantasma del aguacate tropical". Un fantasma verde, bastante alocado, al que le gustaba vestir calzones.
Cada noche hacía ruido en la cocina, despertaba a la madre e incluso le robaba sus vestidos para hacerse calzones como los que le gustaba llevar en la selva, pero ahora de lunares, de flores, de cuadros…
Y cada vez que frutas nuevas venían a la fuente de la fruta sobre la mesa de la cocina intentaba encontrar a alguien que le supiera indicar cómo volver a su selva. Pero nunca encontró a nadie. Y así quedó para siempre el "fantasma de aguacate tropical"...más alocado.
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